El 21 de julio de 1515, víspera de la fiesta de la Magdalena, tres horas antes del amanecer, llegaron a nuestra Villa cuatro fustas (pequeñas galeras) con piratas berberiscos. Desembarcaron en Las Tres Piedras y entraron por la Puerta de Cádiz sin ser vistos. Al entrar en Conil comenzaron a echar fuego a las casas, a matar, robar y hacer cautivos. Llegaron al castillo sin que nadie alertara del ataque y huyeron por una parte de muralla derribada.
Murieron once vecinos y setenta fueron cautivos. Tras este hecho el duque D.Juan Alonso de Guzmán mandó cercar la villa con muro “de buena obra”.
A continuación se muestra la descripción del hecho, narrado por Pedro de Medina en la Crónica de los Duques de Medina Sidonia (1561).
“Entraron los moros en Conil.
Como la escriptura sea tan principal memoria de las cosas, así para los presentes como para los que están por venir, parecióme escrebir aquí un caso que en esta villa de Conil aconteció, para que la memoria del aproveche á que no haya descuido en aquellas cosas, en que mucho vá como en este lo hobo. Lo cual es que en el año del nacimiento del Señor de mill y quinientos y dos, el duque don Juan de Guzman, de quien en el siguiente libro trataré, visto que esta villa de Conil, por estar junta á la mar, tenia peligro de moros, mandóla cercar, y dió el cargo dello á un mayordomo llamado Hernando de los Olivos, el cual con cien esclavos que el duque le mandó dar, entre los cuales habia algunos que sabian el oficio de albañíes, cercó esta villa de tapiería de hasta cuatro tapias en alto. Dejó dos puertas, una la de Cádiz, y otra la de Bejer, y un postigo cabe el castillo. Esta cerca fué tal que en poco tiempo se cayó por muchas partes; y estando asi sin que mas se remediase, venido el año del nacimiento del Señor de mill y quinientos y quince años, sábado en la noche, víspera de la Madalena, á veinte y un dias de julio, tres horas antes que amaneciese, vinieron á esta villa cuatro fustas de moros, y desembarcaron donde dicen Las Tres Piedras, hasta docientos moros, y con su bandera vinieron hasta la villa, y las fustas por la mar hasta ponerse frontero de la villa, y los moros entraron en la villa por la puerta de Cádiz? que ni al desembarcar, ni por el camino, ni al entrada, nunca fueron sentidos, que no hobo guarda, ni vela, ni escucha, ni otra cosa que les embarazase. Entrados en la villa, comenzaron á echar fuego á las casas y matar y captivar la gente que hallaban, y así matando y captivando vinieron por la calle derecha hasta llegar al castillo, en el cual no hobo quien les diese una voz; y llegados allí, oyeron repicar las campanas en la iglesia; y como las oyeron, decendieron por junto al castillo, por que estaba por allí caido el muro de la villa, llevando setenta captivos entre hombres, mujeres y criaturas. Y habiendo muerto once hombres, y robado y quemado muchas casas, pasado el rio, llegaron á la mar á sus fustas, y embarcados, se fueron. No se halló allí aquella noche al alcaide de Couil, que habia ido á Medina; y estando los moros en la villa llegó; pero no pudo hacer cosa alguna, porque venia con solo un hombre á caballo, y este llegó donde los moros estaban, y le dieron una saetada en la mano. La gente de la villa sabia quel alcaide no estaba en ella, por lo cual todos se estuvieron quedos guardando sus casas, hasta que los moros fueron idos; y dende á poco que se fueron, comenzaron a venir caballeros de Bejer, que acudieron al rebato. Estarian los moros casi dos horas en la villa.
Todo lo que aqui escribo vi, y me hallé presente aque lla noche en la dicha villa: que estando en mi posada oyen. do el ruido grande de la gente, sali á la calle y ví las ca sas que se ardian, y teniendo que era casa que se quema ba, subi hasta donde los moros estaban, y alli me hirieron en un brazo; y así me recogi á la iglesia con otros mu chos que alli vinieron.
Venido el dia, no sabria yo decir lo que allí ví aque lla mañana de lantos gritos y llantos. Unos lloraban los: muertos, y otros á los captivos, y otros á muertos y capti vos. Acuérdone que à un Garcimendez lo mataron á él, y captivaron á su mujer y siete hijos, y lo mismo á otro llamado Pero Lorenzo, que moraba junto al castillo. Cierto grande fué el dolor y tristeza y pérdida de aquel pueblo en aquel dia, porque no hobo ninguno á quien no alcanzase" del mal y dolor que allí hobo. Aquella noche muchos hombres tuvieron tanto esfuerzo, que ellos defendieron sus casas á todo el poder de los moros. Un Francisco Martin Cantillo, que era mancebo recien casado, estando con su mujer en un palacio de su casa, con una espada y una adarga se hizo tan fuerte, que nunca los moros le pudieron entrar. Otro con una ballesta tambien defendió á sí y á su mujer: que destechando los moros la pieza donde estaba, él se defendió tan bien con su ballesta, que los moros pasaron adelante, y lo dejaron; y así otros que lo mismo hicieron.
Ese dia domingo por la mañana enterramos los once muertos, casi hechos pedazos de las muchas heridas que los moros les daban. Plugo á Nuestro Señor Dios, que to dos los que fueron captivos, se tuvo para su libertad tan buen recaudo, que en poco tiempo fueron resgatados; y volvieron á sus casas. Pasado esto, dende á pocos dias el duque D. Juan Alonso de Guzman mandó cercar esta villa de Conil de buena obra, y así es la que hoy tiene”.
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Piratas berberiscos. |
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Recinto amurallado de Conil. |
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Baluarte conservado entre la calle del mismo nombre y la calle extramuros. |
Hace algo más de 500 años, la llegada de estas "pateras" procedentes de las costas de enfrente, provocaron mucho daño en la Villa, de tal manera que se decidió por fortalecerla. Hoy en día, las que llegan, son recibidas de forma pacífica, porque sus ocupantes solo pretenden abrirse un horizonte de mejor vida.
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